En materia de gestión sostenible de dispositivos electrónicos, Francia se ha posicionado como referente europeo, implementando de forma pionera herramientas como el índice de reparabilidad (en vigor desde 2021) y, próximamente, el índice de durabilidad, que permitirá evaluar la fiabilidad y la vida útil de los smartphones y otros aparatos electrónicos. Estas medidas, orientadas a fomentar la reparación y el reacondicionamiento, se enmarcan en la estrategia nacional francesa de economía circular y ofrecen un modelo que otros países, incluida España, comienzan a observar con interés.
El smartphone constituye hoy uno de los dispositivos electrónicos de mayor penetración social. Su multifuncionalidad lo ha convertido en una herramienta indispensable en nuestro día a día, pero también en un vector de impactos ambientales y sociales a lo largo de todo su ciclo de vida, que a menudo pasan desapercibidos.
Huella ambiental y material oculta
La fase de fabricación concentra aproximadamente el 75 % del impacto ambiental de un teléfono móvil, dado que implica la extracción y transformación de materias primas críticas como litio, cobalto, níquel, coltán o tierras raras. Este proceso conlleva un elevado consumo energético y de agua, además de riesgos socioambientales asociados a la minería.
Un dato ilustrativo: un solo smartphone contiene hasta 100 veces más oro que una tonelada de mineral extraído en minas convencionales. Esta elevada concentración de materiales estratégicos convierte a los móviles en una fuente prioritaria de recuperación secundaria.
A nivel macro, el conjunto del sector digital representa ya en torno al 4 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, con una tendencia creciente. Si se comparase con un país, su huella climática estaría entre las más significativas del planeta.
Extender la vida útil: primera estrategia de circularidad
La reducción de la frecuencia de sustitución de dispositivos es el factor con mayor potencial de mitigación. Prolongar la vida útil mediante:
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Medidas preventivas (protecciones físicas, gestión adecuada de la batería, actualización de software y limpieza de archivos innecesarios) puede evitar hasta un 40 % de incidencias técnicas.
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Reparación: sustituir batería o pantalla tiene un coste medio entre 30 y 200 €, muy inferior al de un terminal nuevo. Además, permite reducir la presión sobre la extracción de materias primas.
Reacondicionamiento: alternativa con alto potencial
La opción del smartphone reacondicionado se presenta como una medida de alto valor ambiental y económico:
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Reducción de hasta un 87 % en emisiones de GEI frente a la adquisición de un dispositivo nuevo.
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Ahorro de 77 kg de materiales por unidad.
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Ahorro económico: entre un 50 y un 70 % menos que un terminal nuevo.
El reacondicionamiento, además, dinamiza un sector emergente de servicios locales con generación de empleo en actividades de logística inversa, reparación y certificación de calidad.
Gestión responsable al final de la vida útil
Cuando un dispositivo resulta obsoleto o irrecuperable, la recogida selectiva y el reciclaje autorizado son esenciales. La recuperación de metales estratégicos en circuitos legales reduce la dependencia de la minería primaria y evita que los residuos electrónicos —catalogados como peligrosos— se gestionen de forma inadecuada.
Asimismo, la donación a programas sociales (Emáus) contribuye a la reducción de la brecha digital y al aprovechamiento de equipos todavía funcionales.
Compra informada y eco-diseño
En el momento de renovación, es recomendable considerar:
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Dispositivos eco-responsables.
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Índice de reparabilidad (ya obligatorio en Francia y próximamente en España) y el futuro índice de durabilidad, que permitirá comparar fiabilidad y facilidad de mantenimiento.
Conclusión
Adoptar un uso más “inteligente” del smartphone implica aplicar principios de prevención, reparación, reutilización y reacondicionamiento antes de recurrir a la sustitución. Cada año adicional de uso representa un ahorro significativo de recursos naturales, energía y emisiones de gases de efecto invernadero.
En definitiva, el smartphone no solo debe considerarse una herramienta tecnológica, sino un producto de alto valor material que requiere estrategias de gestión coherentes con los principios de la economía circular.