Las latas de refrescos, al igual que las botellas de plástico, forman parte de los envases más utilizados, por su comodidad, ligereza y resistencia. En el caso de las latas son también un ejemplo perfecto de producto enfocado a la economía circular, ya que el aluminio o el acero son materiales de larga duración que pueden reutilizarse sin perder propiedades. Y al estar fabricados con un único material -generalmente aluminio o acero- son fáciles de seleccionar en las plantas de separación a las que llegan todos los residuos del contenedor amarillo.
Así, en 2023 se reciclaron en toda España 243.604 toneladas de envases metálicos. Esta reutilización de metales supone un ahorro de recursos y contribuye a reducir la contaminación, las emisiones y los desechos generados por la minería hasta en un 70%. Los expertos señalan que, en realidad, el mejor «yacimiento» de aluminio y acero está en manos de los ciudadanos, si separan correctamente los envases metálicos en el contenedor amarillo. De acuerdo con cifras de Ecoembes, la organización ambiental sin ánimo de lucro creada para que las empresas envasadoras cumplan con sus obligaciones de recuperación y reciclaje, reciclar una lata consume el 95% de energía menos que producirla por primera vez.
En la actualidad casi todas las latas de bebida están hechas exclusivamente de aluminio. De manera general, el uso del acero ya es residual en Europa. En España está en proceso de desaparición, aunque un tercio de las latas se fabrica aún con este material (en su mayoría en conservas) y el sector aspira alcanzar próximamente el 90% de aluminio. En su proceso de reciclado, el aluminio que se recoge en los contenedores amarillos se somete a una fundición y un nuevo moldeado que permite generar materia prima «nueva» a partir del metal recuperado en un proceso de economía circular, evitando así la extracción de nuevos recursos de la naturaleza.
En concreto, cuando los ciudadanos depositan sus latas en los contenedores amarillos, los ayuntamientos recogen y trasladan esos residuos a las plantas de selección, donde los envases metálicos se separan del resto por tipo de materiales (plásticos, acero y aluminio, madera, etc.). Las balas de latas y otros envases metálicos se trasladan de la planta de selección a otra de un reciclador homologado. Allí se somete a las latas y envases metálicos a un proceso de corte y limpieza para conseguir pequeños trozos que se juntan en grandes bloques. Posteriormente los bloques se funden en grandes hornos con temperaturas de unos 780 ºC -en el caso de los envases de aluminio- o de 1.600 ºC -en el caso del acero-.
Tras la fundición, se retiran las impurezas y el hidrógeno disuelto y se desgasifica. «Esa desgasificación y retirada de inclusiones del aluminio fundido se realiza borboteando un gas inerte, nitrógeno, en el metal fundido», explica Jon Barrenetxea-Arando, portavoz de Refial (grupo OTUA), uno de los recicladores de aluminio homologados en España. A través de ese proceso se preparan en lingotes de acero o aluminio, que se moldean en lingotes listos para ser reutilizado en la fabricación de diferentes productos.
«Los lingotes de aluminio que producimos se comercializan directamente a empresas que moldean piezas por inyección habitualmente para el sector automoción», aclara Jon Barrenetxea-Arando.
Desde que una persona compra, consume y deposita una lata en el contenedor amarillo transcurren dos meses de media hasta que el material de ese envase vuelve a los consumidores, convertido en otra lata o en una pieza de una cafetera, unas gafas, una olla o una llanta de bicicleta. Pero hay otras múltiples salidas de reciclaje del aluminio, tanto a un nivel industrial como un reciclaje personal: desde nuevas latas hasta piezas para bicicletas o sillas. Por otro lado, se pueden reutilizar latas para crear objetos domésticos, como joyeros o macetas, incluso pequeñas figuras artesanales hechas a partir de este tipo de materiales.
Ecodiseño y facilidad de reciclaje
Pero además, en las últimas décadas, se ha comenzado a trabajar en la circularidad de las latas desde su concepción. Una voluntad de ecodiseño del producto que busca reducir el impacto ambiental a lo largo de su ciclo de vida, desde su diseño y fabricación hasta su eliminación. De esta forma, se ha conseguido que las latas de bebida hayan disminuido su peso un 22% en los últimos 25 años, sin perder resistencia. La cantidad de aluminio o acero empleada en su fabricación cada vez es menor (el espesor es inferior al de un cabello humano), al tiempo que soportan 90 kilos en su eje vertical, lo que facilita su almacenaje en palés a diferentes alturas y, en consecuencia, su transporte.
Por otro lado, las latas son un residuo que, en general, genera pocas dudas entre los ciudadanos a la hora de ser clasificado y separado en los contenedores, lo que aumenta la eficacia en su recuperación. El 95,4% de los hogares españoles afirma tener claro dónde se depositan (en el contenedor amarillo) y el 93,2% de sabe que las de conservas también se tiran a ese mismo contenedor, según cifras de Ecoembes. No obstante, las dudas llegan con bandejas o envoltorios de aluminio, que también se depositan en el contenedor amarillo, algo que saben el 82,1% de los hogares españoles.
También es el caso de los aerosoles, como los insecticidas o desodorantes, que solo el 69,7% de los españoles sabe que se desechan en el contenedor amarillo. Si, como regla general, los envases de metal, como las latas, siempre se depositan en el contenedor amarillo, hay un par excepciones. Los botes o cubos de pintura o disolvente (que contienen una serie de productos químicos perjudicarían el reciclado de los demás envases metálicos) y también los aerosoles cuando están llenos (porque estos tienen unos gases que también afectarían el reciclado).
Serie de Economía Circular realizada en colaboración con la organización Ecoembes.
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