La importancia del Quijote en la literatura, el papel clave en la música de The Beatles o el hito científico del descubrimiento del bosón de Higgs. Puede que haya temas sobre los que ya se haya dicho casi todo y se haya versado hasta la saciedad. La economía circular no es uno de ellos. Este debate está muy vivo y, aunque cada vez sean más voces las que se suman a la conversación, el reto de impulsar la circularidad aún es muy grande y quedan ríos de tinta por correr, en España, en Europa y a nivel mundial.
El último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente «Acelerar la economía circular en Europa. Situación y perspectivas para 2024» revela que, en 2022, el material reciclado representó el 11,5% del material utilizado en Europa. ¿Suficiente? No, es un aumento de menos de un punto porcentual desde 2010. Este progreso, junto con las proyecciones de aumento de la demanda de material en la UE para 2030, indican que estamos lejos de los objetivos de circularidad para 2030.
“Lamentablemente, en el conjunto de la Unión Europea, incluyendo España, hay dificultades para aportar circularidad a nuestros sistemas productivos y debemos redoblar los esfuerzos”, considera Alejandro Dorado, comisionado para la Economía Circular del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITERD). Entre los retos ambientales, Dorado recuerda que no está solo la crisis climática, también la de biodiversidad o de contaminación, “en cuya base está nuestro insostenible sistema lineal de extraer-producir-consumir-tirar; para solucionarlo, para evitar esos problemas ambientales, debemos transitar hacia la circularidad de nuestra economía”, considera.
«La economía circular es una necesidad ambiental, pero también una oportunidad para el sector privado en términos económicos, por las ganancias en competitividad que pueden conseguirse y la creación de puestos de trabajo», destaca Alejandro Dorado, comisionado para la Economía Circular del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico.
Una visión que se comparte no solo desde la Administración central, también a nivel autonómico y desde los actores de la industria, y que debe permear a la sociedad para que sea efectiva. Para enriquecer el debate y que toda la información esté representada, damos voz a los distintos actores de la cadena de valor de la economía circular en España para conocer cuáles son las palancas que se pueden activar para que cada uno, desde su parcela, pueda contribuir a los objetivos sostenibles. Para avanzar, la colaboración es clave, pero no es la única necesidad que se resalta en el camino.
Administración central
La primera mirada es global. España está en la senda de la circularidad, pero quedan paradas en las que recalar. Para accionar palancas, el Gobierno de España ha aprobado una hoja de ruta: la Estrategia Española de Economía Circular, “la primera estrategia a ese nivel que ha tenido nuestro país”, apunta Dorado. Esta propuesta incluye un primer Plan de Acción aprobado a mediados de la pasada legislatura y que abarca también el principio de esta. “En breve, se va a aprobar un segundo Plan de Acción que impulsará más la economía circular, tanto por parte de las administraciones públicas, como del sector privado, los consumidores y la sociedad civil en general”, asegura el comisionado.
Hay pasos concretos que dar, como ejemplifica Dorado, ya que, “del mismo modo que estamos dando pasos decididos para descarbonizar y producir electricidad renovable, desvinculándonos progresivamente de los combustibles fósiles, tenemos que hacer lo mismo y desacoplar el crecimiento económico y la creación de bienestar del uso infinito de materiales que son finitos”.
Esto no se hace de la noche a la mañana, sino que industrias y empresas necesitan un acompañamiento por parte de la administración general para llevar a cabo esa reducción en el uso de materias primas y para minimizar la generación de residuos. “La transición requiere que las administraciones públicas acompañen a los sectores que se deben transformar. Por eso el Gobierno ha diseñado el PERTE de Economía Circular, con 492 millones de euros a disposición del sector privado, con apoyo transversal para el conjunto de la economía, pero también específico sobre tres sectores concretos”, explica Dorado. Estos son el textil, la moda y el calzado, el plástico y los bienes de equipo de energías renovables.
A nivel regulatorio, hay distintas iniciativas que buscan allanar el camino hacia la circularidad. Dorado destaca la Ley Europea de materias primas críticas, el Reglamento de Ecodiseño, la Directiva CSRD de información no financiera, el Reglamento de envases y residuos de envases a nivel europeo o la modificación de la Directiva de residuos. A nivel nacional, subraya la Ley de residuos y suelos contaminados: “Creo que fue una de las banderas verdes de la legislatura pasada que continuará desarrollándose durante esta legislatura. Define la forma en la que gestionamos muchos flujos de residuos que antes acababan en vertedero o incinerados y que ahora se deberán recoger separadamente por parte de los municipios, como pasa, por ejemplo, con el textil, la moda, el calzado”.
Si salimos de nuestras fronteras y de las de la Unión Europea, si se quiere buscar la circularidad real, Dorado considera que a nivel internacional se debe hablar más del futuro instrumento jurídicamente vinculante para eliminar la contaminación por plásticos que se está negociando y que debe culminar a finales de este 2024. “Se trata de poner coto a la producción masiva de plástico a base de materias primas vírgenes, que está ahogando nuestros mares, nuestros ecosistemas y también a nuestros organismos en forma de microplásticos, con consecuencias poco conocidas para la salud humana”, explica.
Administración autonómica
Hacemos zoom y pasamos a un plano más concreto, al nivel autonómico, y nos detenemos en el País Vasco, donde comulgan con los objetivos nacionales y europeos en cuanto a circularidad. “El desarrollo de la economía circular es un elemento crucial para hacer frente a la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación”, señala Alexander Boto-Bastegieta, director general de Ihobe, sociedad pública de Gestión Ambiental del Gobierno Vasco adscrita al Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente.
Triple crisis y un contexto en el que los sistemas de producción y consumo siguen dependiendo de materias primas que no se reutilizan ni se reciclan. “La solución pasa por avanzar hacia una economía circular en la que los productos y materiales puedan utilizarse durante más tiempo y convertirse en nuevos productos después de su uso”, afirma Boto-Bastegieta, pero, sin embargo, las cifras siguen teniendo margen de mejora. El experto recuerda que más de 1.000 organizaciones españolas están registradas en el sistema EMAS, la herramienta de gestión y auditoría medioambiental de la Comisión Europea, pero “la cantidad de residuos depositados en vertederos, que sigue siendo considerable, impide avanzar más rápido en la implantación de la economía circular”. El reciclaje ha aumentado, sí, “pero las tasas se están estancado en los últimos años”, reflexiona.
¿Cómo avanzar entonces para escalar la circularidad? Para el director general de Ihobe, una clave fundamental que suele olvidarse es “incorporar de verdad la variable económica en la política de impulso de la economía circular: unir competitividad y medio ambiente en la misma ecuación”. Un ejemplo claro es engrasar la maquinaria para que los mercados de materias primas secundarias funcionen para todos los materiales reciclados, algo que no siempre sucede y que “refleja la necesidad de abordar los retos en materia de precios, normas y estabilidad del suministro”, añade.
“La gestión de residuos debe centrarse en la producción de reciclados de alta calidad que puedan competir en el mercado mundial con las materias primas vírgenes”, enfatiza Boto-Bastegieta. Por eso, considera que es necesario redoblar los esfuerzos y que esto se acompañe de “un cambio sistémico hacia un reciclaje de alta calidad”.
Estos son los deseos. En acciones, para el Gobierno Vasco se traduce en aunar competitividad y sostenibilidad de la mano de la ecoinnovación y el ecodiseño, la reducción de despilfarros productivos o el reciclaje de materiales como el acero, el aluminio, el plástico o el cemento, que pueden “ayudar a reducir en más del 40% la emisión de gases de efecto invernadero y mitigar el cambio climático, ya que es en la fase del diseño donde se puede evitar más del 80% del impacto ambiental del producto”, sostiene.
Más de 400 empresas vascas están trabajando en economía circular y muchos ejemplos se han presentado en la exposición Circulares-Zirkularrak, que cuenta con 150 productos ecodiseñados en aplicaciones como automoción y movilidad (autobuses reciclables y eléctricos hechos de materiales reciclados), sector químico y de la alimentación (envases para alimentos), materiales de construcción (mezclas bituminosas y paneles frigoríficos), y producción y consumo (de carros de la compra a prendas de ropa).
«Es clave incorporar de verdad la variable económica en la política de impulso de la economía circular: unir competitividad y medio ambiente en la misma ecuación», enfatiza Alexander Boto-Bastegieta, director general de Ihobe, sociedad pública de Gestión Ambiental del Gobierno Vasco.
Industria
La industria es el eslabón con más músculo y más pulso del sector. Las empresas viven el día a día del reto de la circularidad, y hay empresas para las que forma parte de su línea estratégica desde hace años, como el caso de la empresa química BASF. “Somos una empresa que apostamos claramente por la circularidad, estamos convencidos de que el futuro será sostenible o no será, y para que sea sostenible tiene que ser circular, por eso tenemos que repensar la manera en la que producimos y consumimos”, dice Xavier Ribera, Director de Comunicación, Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de BASF en España y Portugal.
Desde la compañía no tienen un diagnóstico claro de cuál es la situación en el país, pero sí notan un balance positivo a favor de la economía circular. “La parte más amarga es que vamos tarde”, añade Ribera. Para ganarle tiempo a esta carrera por la circularidad y animar a que se suban a ella los que todavía no lo han hecho, el experto cree que es necesario encontrar el equilibrio entre el castigo y el incentivo. “Hay que combinar ambas dinámicas para que las organizaciones, y concretamente las empresas, apuesten de verdad por esto. Creo que solo políticas de castigo o solo políticas de incentivo por sí mismas no van a funcionar”, matiza, “también hay que crear un marco favorable, y en eso es en lo que más velocidad nos falta”.
Por ejemplo, considera que la legislación debe acompañar para que las empresas puedan seguir innovando y apostando por nuevos procesos. “Un residuo no deja de ser un recurso fuera de su lugar. Nosotros hace mucho que investigamos en reciclaje químico, pero nos hace falta un marco legislativo que nos ayude, que valide los porcentajes de reciclado químico”, indica.
«Sin alianzas de todo tipo, no solo público-privadas, no solo con el cliente, también con la competencia, la circularidad no va a ser posible», destaca Xavier Ribera, Director de Comunicación, Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de BASF en España y Portugal.
Como palanca que empuje a la economía circular en la industria, Ribera asegura que es necesario apostar por “la investigación en campos muy dispares para cambiar los procesos, los productos, la manera de consumir”. Algo fundamental en empresas del sector como BASF, que tienen un reto doble: aplicar la circularidad a sus propios procesos y repensarlos, y también crear nuevos productos para sus clientes que sean circulares en sí mismos y extender la vida de la materia prima, explica Ribera.
“No se trata solo de transformarnos nosotros, sino a nuestros clientes”, indica. Por ejemplo, en aplicaciones automovilísticas, piensa en un fabricante de coches que tiene que saber cómo gestionar el residuo al final de su vida útil, y en el fabricante de baterías que puede recuperar ese residuo para cerrar el círculo.
Gestor de residuos
El cuarto eslabón de la cadena de la circularidad que contemplamos es la parte vital que compete a la gestión directa de los residuos. Luis Palomino, secretario general de ASEGRE (Asociación de Empresas Gestoras de Residuos y Recursos Especiales), cree que España ha avanzado en los últimos años, “aplicando políticas y herramientas que han contribuido a la circularidad y seguridad de los tratamientos, como es el caso de la responsabilidad del productor del residuo y las aplicaciones de traslado de residuos”, pero considera que queda camino para alcanzar los objetivos fijados por la legislación europea. Así lo indicó la Comisión Europea en su informe de alerta temprana de junio de 2023, que señaló a España como uno de los países europeos con riesgo de no alcanzar el objetivo en materia de residuos urbanos.
«Para poder llevar a cabo las inversiones que potenciarán la circularidad, necesitamos una administración ágil en la concesión y modificación de autorizaciones», destaca Luis Palomino, secretario general de ASEGRE.
Para ASEGRE, quedan tres aspectos clave por abordar. Uno es la necesidad de avanzar en medidas de gestión sobre residuos concretos, que son muy difíciles de eliminar por sus características y que necesitan depósito en vertedero. Es el caso del amianto, “que necesita ser confinado en depósitos apropiados y autorizados que eviten la dispersión de las fibras”, explica Palomino. “El mandato de Bruselas es que se elimine el amianto antes de 2028, pero España no ha avanzado en la elaboración de mapas del amianto y hace falta una definición de criterios y medidas de control a nivel nacional para realizar un censo sobre este residuo peligroso”, incide.
Por otro lado, el experto cree que hay que “evitar que las comunidades autónomas limiten en sus normativas el traslado de residuos con carácter general”, y pide que se trate a escala estatal, para que los residuos industriales y peligrosos se puedan trasladar de acuerdo con la ley de residuos nacional. “El sector desarrolla instalaciones altamente especializadas aprovechando economías de escala. De esta forma, los residuos se pueden destinar a los tratamientos más apropiados para cada residuo, potenciando su circularidad”, considera.
Palomino pone el ejemplo de Andalucía, cuyo Reglamento de Residuos prohíbe trasladar residuos peligrosos de otros territorios de España a la Comunidad andaluza. Según ha dictado la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), esta restricción es desproporcionada y vulnera los artículos 5 y 17 de la Ley de Garantía de la Unidad de Mercado (LGUM), pues rechaza los residuos en función de la Comunidad Autónoma que los ha generado y no de su proximidad.
Por último, Palomino cree que otro obstáculo es la duplicidad en las plataformas telemáticas de traslado: “Además de tener para ello la plataforma nacional eSir, el sector se ve abocado a utilizar también las plataformas propias que están creando las comunidades autónomas, añadiendo por tanto dificultades a la tramitación para trasladar residuos”. Todo esto supone tiempo y recursos, que si no podrían destinarse a la economía circular, sostiene.
Dentro de las posibles palancas para activar la economía circular, una herramienta omnipresente es la colaboración entre los distintos actores de la cadena de valor. Es una forma de llegar más lejos sumando esfuerzos y cubriendo parcelas que, de otra forma, no se podrían abordar.
“Estamos muy de acuerdo en que la colaboración público-privada es esencial para propiciar la economía circular, destacando esa labor de acompañamiento a los sectores que más esfuerzos tienen que hacer a la hora de transformarse y transitar hacia la circularidad”, considera Dorado. ¿Cómo lo consiguen desde la administración pública? Según el comisionado, escuchando las necesidades, problemas y aspiraciones del sector privado. Después, poniendo fondos Next Generation a disposición de las empresas. Inversión para la colaboración.
Estas ayudas ya llevan varias convocatorias: una transversal de 165,5 millones de euros y una segunda en marcha de más de 20 millones de euros; una línea de acción para sectores concretos con 97,5 millones de euros; y otra convocatoria de 97,5 millones de euros que se publicará en el primer semestre de 2024, dedicada al sector de los plásticos; y una línea de 95 millones de euros en el ciclo de bienes de equipo de energías renovables, para no olvidar por el camino los materiales valiosos que se usan en paneles solares, baterías o aerogeneradores.
Desde ASEGRE también hablan de la importancia de la inversión para lograr la descarbonización y la neutralidad climática que exige la Unión Europea, “necesaria tanto para las plantas de tratamiento de residuos existentes, como para la creación de nuevas instalaciones”, y para que los gestores de residuos puedan estar en constante actualización.
A nivel autonómico, en el ejemplo del País Vasco también se ve reflejada la importancia de la colaboración público-privada, que según Boto-Bastegieta está en el ADN de sus políticas y se refleja en instrumentos como el Programa PYME Circular Euskadi. También en el marco de colaboración que conforma el Basque Ecodesign Center, una iniciativa que nació en 2011 con el objetivo de que empresas del sector privado y el Gobierno Vasco colaboraran para generar conocimiento y su posterior transferencia al tejido industrial vasco. La meta de todos esos casos de éxito de colaboración, “traccionar la cadena de valor hacia una economía más circular”, sintetiza.
En BASF saben también de colaborar desde dentro de la propia industria y entre compañías. De su proyecto de reciclado químico nació una colaboración con el grupo Inditex en la que crearon “la primera chaqueta del mercado hecha con textiles desechados de poliamida reciclada”, indica Ribera. También tienen proyectos con Adidas para que, cuando llegue el final de la vida útil de las zapatillas, se puedan triturar y crear otras nuevas. “Cuando el calzado termina su primer ciclo de vida y se devuelve a Adidas, se lava y se trocea en bolitas reciclables. Estas bolitas se funden y se convierten en poliuretano termoplástico (TPU) reciclado de la más alta calidad. Sin residuos y sin tirar nada”, explican desde BASF.
“Son muchos los casos de éxito en los que la circularidad no transforma solo como nosotros hacemos las cosas, sino que tratamos de que cale en el sector. Sin alianzas de todo tipo, no solo público-privadas, no solo con el cliente, también con la competencia, esto no va a ser posible”, asegura Ribera.
Desde CECU recuerdan que, aunque está claro que el papel de las empresas es fundamental, “los cambios efectivos no se van a producir por la buena voluntad de unos pocos o por iniciativas aisladas”. Por eso, más allá de la colaboración puntual, abogan por “una legislación ambiciosa que permita avanzar y sanciones contundentes para quienes no cumplan”. También por “poner el foco en los agentes de la economía social”. En la aplicación, esto se traduciría, por ejemplo, en incentivos fiscales y garantías mínimas de prestación de servicios por parte de estos agentes en la contratación pública de servicios de reparación.
Sociedad civil
En toda esta cadena falta una pieza clave del engranaje, en quien recala en última instancia todo, efectos, consecuencias y beneficios o perjuicios: la sociedad. El papel catalizador del ciudadano es fundamental, pero llegar a la ciudadanía en estos temas no siempre es fácil. Ahí, la concienciación es clave. “La verdad es que nos está costando sensibilizar sobre la importancia de reducir nuestra huella en el uso de materiales, de reducir nuestro consumo de recursos y nuestra producción de residuos, y los impactos ambientales que conllevan”, reconoce Dorado. Desde el MITERD consideran que los ciudadanos, en la medida en que todos somos consumidores, “tenemos un papel muy importante que jugar, y podremos actuar de un modo ambientalmente más responsable cuanta más información tengamos a la hora de elegir qué producto o qué servicio utilizamos”.
En la Federación de Consumidores y Usuarios CECU ponen voz al ciudadano y trabajan por la sostenibilidad con la elaboración de propuestas de intervención y de campañas de sensibilización e incidencia para lograr una economía circular basada en el derecho a la reparación, la eliminación de la obsolescencia y de los residuos. “Podemos afirmar que el desarrollo de una economía circular sigue siendo una tarea pendiente en nuestro país. Recientes estudios muestran que nuestro modelo de producción y consumo continúa sin realizar transformaciones reales y sistémicas, manteniéndose lejos de alcanzar la media de Europa en el uso circular de materias”, indica Clara Vázquez, responsable de sostenibilidad de CECU.
La experta cree que, aunque desde las instituciones estatales y locales se adquiere el compromiso de transición y pese a contar con una Estrategia de Economía Circular estatal, “solo se establecen orientaciones y carecen de obligaciones vinculantes”, y que faltan acciones reales más allá de las recomendaciones. “El cambio real que la ciudadanía y las personas consumidoras esperan necesita de políticas que obliguen a cumplir el objetivo de alargar la vida útil de los productos y de pasar a un modelo de uso racional dentro de los límites físicos de los recursos; solo así podemos reducir la generación de residuos”, afirma Vázquez.
Para que todo este paradigma cambie, desde CECU insisten en la necesidad de medidas contundentes, como la prohibición y penalización de la obsolescencia programada y el establecimiento de un derecho a reparar real y universal. Por ejemplo, consideran que las tres directivas comunitarias dentro del Pacto Verde Europeo que buscan regular el derecho a la reparación y erradicar el lavado verde “son buenos pasos que pueden introducir mejoras, pero deben aplicarse de manera contundente desde los estados miembros para avanzar en la dirección correcta”. En este sentido, valoran como una buena oportunidad el anuncio de la creación de una Ley de consumo sostenible por parte del Ministerios de Consumo, Derechos Sociales y Agenda 2030.
«El cambio real necesita de políticas que obliguen a cumplir el objetivo de alargar la vida útil de los productos y de pasar a un modelo de uso racional dentro de los límites físicos de los recursos; solo así podemos reducir la generación de residuos», afirma Clara Vázquez, responsable de sostenibilidad de la Federación de Consumidores y Usuarios CECU.
Por ello, “la futura Ley podría establecer la reparación como la opción prioritaria, siempre que sea posible, para así transformar realmente la cultura de usar y tirar”. Para Vázquez estas medidas no deben quedarse en una gama limitada de productos; es necesaria “una legislación que abarque los productos electrónicos, eléctricos e incluya también la reparación textil”.
Aquí el foco se pone en las personas consumidoras, y por eso “también es esencial garantizar que esto sea asequible; para ello España puede implementar un fondo y bonos de reparación estatales para garantizar el acceso a la reparación de las consumidoras vulnerables”. También es necesario que cambie la mentalidad y que no se considere que reparar un producto es peor opción que sustituirlo por uno nuevo; el comportamiento de los consumidores ya está virando.
“En recientes eurobarómetros se recogía que el 85% de las personas ha cambiado su comportamiento de compra para ser más sostenible, siendo España el tercer país más concienciado, donde un 35% de la población ha realizado algún cambio en sus hábitos con el fin de ser más respetuoso con el medioambiente”, detalla Vázquez. La experta de CECU cree que las personas consumidoras sí quieren hacer cambios en sus modos de vida y hábitos de consumo para acompañar la transición ecológica, pero insiste en que para que esto se pueda llevar a cabo es necesario que “los productos sostenibles estén al alcance y se necesitan políticas que establezcan que la producción sea sostenible por norma: fomentando la durabilidad y reparabilidad de los productos y garantizando la información veraz que permita identificarlos”.
Un esfuerzo grupal para un objetivo común
Aunque el debate esté vivo y la expresión ‘economía circular’ se escuche en todo tipo de sectores, empresas y organizaciones, para que se traduzca en resultados reales debe ser un objetivo común por el que se haga un esfuerzo desde todos los eslabones. “La economía circular es un movimiento vivo, creciente, en el que actores de todo tipo están haciendo un esfuerzo conjunto para repensar el modelo. Esto es una carrera contrarreloj: o cruzamos todos a la vez la meta o no la cruza nadie”, percibe Ribera de BASF.
“La economía circular es mucho más que una palabra ‘de moda’ que repetir para sensibilizar y necesita materializarse en acciones: debe ser la reestructuración del sistema económico para que opere dentro de los límites del planeta, genere comunidades más resilientes y construya capital social”, afirma Vázquez de CECU. Todo el peso no puede caer en la ciudadanía, que también puede verse decepcionada si se percibe una falta de acción por parte de las instituciones y compañías. “Si las posibilidades de realizar un consumo crítico y transformador están al alcance, si contamos con políticas que garanticen una producción sostenible, el cambio de cultura puede lograrse”, añade.
Desde la Administración central se suman a estos esfuerzos para cambiar el modelo actual y, por si hicieran falta más motivos para estar convencidos, recuerdan los beneficios en los que se puede traducir para todos los actores de la cadena. “Es una necesidad ambiental, pero también una oportunidad para el sector privado en términos económicos, por las ganancias en competitividad que pueden conseguirse y la creación de puestos de trabajo”, explica Alejandro Dorado del MITERD.
Como menciona la Agencia Europea de Medio Ambiente en su último informe de 2024 sobre economía circular en Europa, tampoco debemos olvidar que “una economía circular por sí misma no generará mejores condiciones laborales y sociales”. Para lograr una transición justa que no aumente las desigualdades existentes, la transición a la economía circular debe diseñarse cuidadosamente; para ello, contar con todas las voces de la cadena de valor de la economía circular es vital.
Como decíamos, quedan ríos de tinta por escribir sobre circularidad pero, sobre todo, acciones que tomar. Para que las ideas principales no se diluyan en un mar de retos y necesidades, después de reflexionar hemos preguntado a las voces de la cadena de la economía circular en España por los titulares a destacar con los que se quedarían. El resultado son estas tres claves:
Reducción del uso de materiales
Para Alexander Boto-Bastegieta, del Gobierno Vasco, que asume que es imposible alcanzar la circularidad al 100%,”es crucial dar prioridad a la reducción del uso de recursos y avanzar hacia una economía menos intensiva en materiales”. Para ello, la prioridad deben ser los “enfoques que reduzcan la demanda de materias primas, incluida la activación de requisitos de ecodiseño y la promoción de modelos de sistemas producto-servicio”. Para conseguirlo y poder medir los resultados, sostiene que las políticas circulares deben ser más vinculantes y orientadas a objetivos que incluyan el uso de los recursos o la huella ambiental de los materiales.
Normativa y legislación
Para Luis Palomino, de ASEGRE, son necesarias “normas claras y armonizadas que sean fácilmente cumplibles por parte de los operadores”. En la carta a los Reyes Magos también apunta “una administración ágil en la concesión y modificación de autorizaciones”, para que no sea tan lento superar trámites administrativos a la hora de desarrollar nuevos tratamientos o conseguir inversión. Desde CECU, también recuerdan que sin una legislación ambiciosa y sanciones contundentes para quienes no la cumplan no será posible avanzar. “Urgen normas que establezcan requisitos vinculantes, ya que las medidas voluntarias se han demostrado en general ineficaces para romper la inercia del actual modelo de producción y consumo”, incide Clara Vázquez.
Concienciación y sensibilización
Para Alejandro Dorado, del MITERD, la palanca más importante es la divulgación y la sensibilización sobre la importancia de la economía circular. “Debemos tener un diagnóstico común sobre los impactos que tiene nuestra forma de producir y de consumir sobre el planeta y la salud humana”, tanto por la necesidad ambiental como por el impacto económico y laboral que puede tener. “La economía circular es una forma de hacer un uso eficiente y racional de lo que tenemos”, y por eso “el conjunto de la sociedad debe demandar avances en economía circular”, añade. Pero para que la ciudadanía lo demande, debemos tener herramientas para entender por qué es una oportunidad hacerlo, así que desde BASF coinciden en que el cambio debe producirse desde dentro, “cambiar la forma en la que hemos producido y el modelo que tienen interiorizado las personas, y para eso hay que trabajar en pedagogía y en la cultura de la sociedad”, afirma Xavier Ribera.
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