En 2023, se reciclaron 243.604 toneladas de envases metálicos, según Ecoembes
Cuatro latas. Este era el nombre que los españoles le daban en los años 60 al famoso Renault 4. No porque pareciera este recipiente, sino por su ligereza y por llamarse 4L. Ahora es un coche casi clásico, pero muchos que circulan por las calles y carreteras también podrían llamarse así y no por ser ligeros.
«Muchas de las latas acaban formando parte de la fabricación de nuevos vehículos», explica Jon Barrenetxea-Arando, gerente de la Fundación Inatec. Pero no solo están en los coches, sino también forma parte de las llantas de una bicicleta, dan forma a una silla e, incluso, sirve para cocinar un buen guiso en una olla exprés.
Al año, en España, se recogen 83.000 toneladas de latas de refresco. Es decir, miles de kilos de aluminio que consiguen tener una nueva vida. «Solo con el gesto de llevarlo al contenedor amarillo se de el pistoletazo de salida», aseguran fuentes de Ecoembes. Sin embargo, no siempre se da camino a este viaje. «Estos envases son unos de los mayores residuos en nuestra naturaleza», revela uno de los últimos informes de Naturaliza.
A pesar de estos ‘despistes’, las latas de bebida son uno de los envases con mayor tasa de reciclado del mundo. La tasa de reciclaje en Europa es del 76,5%, una cifra similar en España. «En 2023, se reciclaron 243.604 toneladas de envases metálicos», según datos de Ecoembes.
Una gran razón
Las latas de bebida son un inquilino más en las casas de los españoles. Seis de cada diez consumidores nacionales usan este tipo de envase, al menos, una vez a la semana. A España llegó a finales de los años 60. Antes, el vidrio era el rey en las bebidas. Ahora, el aluminio lo es y por una gran razón: la sostenibilidad.
«El aluminio es uno de los metales más costosos de obtener, tanto en términos económicos como energéticos, por lo que reciclándolo ahorramos mucha energía», explican los expertos de Ecoembes. Según datos del sector, si se completa el ciclo de transformación de envases, en el caso de las latas permite reducir un 70% el consumo de agua y un 95% el consumo de energía, en comparación a fabricar una lata de nuevas materias primas. «El aluminio es un material que se puede reciclar de forma continuada sin pérdida de propiedades de ningún tipo ni mecánicas, ni de ningún otro tipo», advierte Marín. Pero para que esto ocurra, la lata tiene que ir a uno de los 388.747 contenedores amarillos repartidos por las ciudades españolas.
Así, los camiones las recogen y las transportan hasta las plantas de selección. Es aquí tras un proceso de separación y limpieza comienza su reciclaje. Las latas se compactan creando balas, que pueden pesar más de 1.000 kg y contener más de 65.000 de estos envases para, a continuación, acabar en hornos de fundición a 700ºC. Tras ser trituradas y refundidas, se obtienen enormes lingotes de aluminio para, después de ser laminadas por grandes bobinas y volver al mercado. «En apenas dos meses, una lata vuelve a estar otra vez en los lineales de los supermercados», aseguran fuentes del sector. O en las carreteras, o en las casas.
La clave del diseño
A medida que su éxito crecía, su peso comenzaba a disminuir. En las últimas décadas, las latas han disminuido su peso un 30%. «Una lata hoy pesa seis veces menos que las que se empezaron a utilizar en la década de los años 50 y sin perder resistencia», aclara Carlota Crespo, responsable de Sostenibilidad en la Asociación de Bebidas Refrescantes.
De las estructuras rígidas de principios de los años 70, estos recipientes han ido perdiendo peso y modificando su estructura. «Hemos pasado de un diseño de tres piezas (base, cilindro y tapa) a la forma actual de dos piezas (cuerpo y tapa), esto aligeró considerablemente el peso de las latas», recuerda Crespo. «Hemos dedicado grandes esfuerzos a la innovación y el ecodiseño para hacer envases más sostenibles y circulares», celebra.
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