Sostenibilidad, responsabilidad ambiental, economía circular, conservación de la naturaleza, impacto positivo, acción climática, ecoturismo… El lenguaje de Fitur, la Feria Internacional de Turismo más importante de España y una de las más célebres del mundo, está cambiando para incorporar conceptos que hasta hace poco parecían ajenos al sector. Sin embargo, ahora han pasado a convertirse en los argumentos básicos para afrontar el mayor reto al que se enfrenta el sector turístico a escala planetaria: la crisis climática.
Los pabellones del recinto ferial de Ifema, en Madrid, han acogido estos días todo tipo de actos, conferencias y mesas redondas dedicadas a atender la doble exigencia que plantea al sector turístico el avance del cambio climático. Por un lado, la necesidad de la mayoría de los principales destinos actuales de adaptarse a un entorno cada vez más inhóspito, menos confortable. Y, por otro lado, la obligación de contribuir como sector a mitigar las causas que están provocando la crisis climática, tarea que exige un mayor compromiso con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Como conocen perfectamente los principales agentes del sector en nuestro país, tanto en la administración como en la empresa, España es uno de los destinos turísticos que se va a ver más afectado por el avance del cambio climático en los próximos años. Y lo es porque la parte más significativa de la oferta española sigue correspondiendo al llamado turismo de sol y playa: un producto especialmente sensible a los efectos del calentamiento global, tal y como vienen advirtiendo los informes de los expertos y como estamos comprobando con los registros de altas temperaturas. Como los casi 31 grados registrados en Valencia esta semana, en pleno mes de enero: récord de temperatura máxima en toda Europa. Una cifra que ha hecho subir las apuestas sobre si este verano se alcanzarán los 50 grados en nuestro país (el récord está en los 47,6 que se registraron en 2021 en Montoro, Córdoba).
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Los países del Mediterráneo se encuentran en la llamada «zona cero» del cambio climático en Europa. En la medida en que las emisiones de GEI no dejan de aumentar en todo el mundo, las temperaturas aquí también están aumentando, pero a un ritmo superior a la media, situándose ya por encima de los dos grados. El ciclo del agua se está viendo especialmente afectado, con períodos de sequía cada vez más severos, extensos y recurrentes, seguidos de episodios de precipitaciones extremas que causan graves inundaciones. Una de las consecuencias de las sequías son las restricciones de acceso al agua potable en los municipios más afectados. El año pasado las duchas de las playas de Cataluña permanecieron cerradas al público durante todo el verano. Y con los embalses en mínimos históricos, las previsiones apuntan a que este año también se prohibirá el llenado de piscinas.
Un mar recalentado
La temperatura del mar Mediterráneo está batiendo récords de máxima en todas las costas, especialmente en el litoral español, donde el pasado verano rozó los treinta grados en puntos de Baleares, Murcia y Andalucía. Una de las consecuencias de la falta de aportación de agua dulce por parte de las rieras y ramblas y del aumento de la temperatura del mar es la proliferación de medusas. La bandera roja que prohíbe el baño permaneció izada en buena parte de las playas del mediterráneo español en plenas vacaciones estivales, para fastidio de los turistas.
Por otro lado, la elevación del nivel del mar en la cuenca del Mediterráneo está superando las previsiones del propio Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) y, según los científicos del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) de Italia, está subiendo tres veces más rápido de lo que señala el último informe del IPCC. En un estudio publicado el pasado mes de diciembre demuestran que la causa que está agravando el aumento del mar es que una gran parte de la costa mediterránea de Francia, Italia, Grecia y España se está hundiendo, lo que multiplica así la elevación del mar. Entre las áreas que están mostrando este fenómeno están amplias zonas de las costas de Baleares, Cataluña, Murcia y Andalucía. Las diferencias señalarían valores de hasta más de un metro de elevación para el siglo próximo.
Ante este escenario, ¿cómo está reaccionando el sector turístico español y las administraciones? En 2016, la Oficina Española de Cambio Climático, dependiente del entonces Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, presentó el informe ‘Impactos, vulnerabilidad y adaptación al cambio climático en el sector turístico‘ en el que se incluía un apartado que llevaba por título una frase tan categórica como inquietante: «Falta de concienciación y sensibilización entre las empresas del sector».
En dicho apartado se determinaba que «es necesario hacer partícipe al conjunto del sector turístico: hoteleros, turoperadores, informadores turísticos y empresas de transporte, entre otros, de los riesgos que supone el cambio climático en sus negocios» y se apelaba a «promover el turismo sostenible» para contribuir a la mitigación de una crisis que amenaza de manera directa a la actividad del sector.
La buena noticia era que «la mayoría de las empresas hoteleras ya están empleando diversas medidas de reducción de emisiones de GEI en sus instalaciones» aunque también se reconocía que «el conocimiento de las posibles estrategias adaptativas es aún limitado». Por otro lado, en una aportación tan oportuna como interesante, el informe hacía referencia a la responsabilidad ambiental que también tenemos nosotros, los ciudadanos, cuando nos convertimos en turistas. «Sería conveniente -indicaba- promover la concienciación de los turistas en los propios establecimientos hoteleros», algo que también están poniendo en marcha cada vez más establecimientos.
Por último, no olvidemos que, cuando hablamos del impacto del cambio climático en el turismo, estamos hablando también (y para muchos sobre todo) de impacto económico. Estamos hablando de un sector que factura más de cien mil millones de euros anuales, que el año pasado atrajo a más de 84 millones de turistas (con el objetivo de superar pronto los cien) y que representa en torno al 12% del PIB nacional, además de dar empleo a no menos del 15% de los trabajadores registrados en nuestro país.
Algunos informes alertan que el impacto del cambio climático en los ingresos de los principales destinos turísticos podría alcanzar reducciones de hasta el 50%. Aunque también es cierto que esos mismos informes también apuntan una posible readaptación de la oferta turística en España, donde la temporada alta de los destinos de sol y playa podría desplazarse más allá de los meses de julio y agosto, alargando la temporada desde principio de primavera hasta final de otoño.
Por lo visto y oído estos días en Fitur, una parte cada vez mayor de los operadores parece tener perfectamente identificado al enemigo y totalmente decidido a plantarle cara. Y es que si hay un sector especialmente sensible a la salud del planeta, al buen estado de conservación de la naturaleza, de los paisajes, y al confort climático es el del turismo. Por eso que en Fitur se haya hablado tanto de responsabilidad ambiental, de acción climática y de regeneración y conservación de la naturaleza debería ser una buena noticia para todos. Esperemos que pronto deje de ser tendencia y la sostenibilidad se convierta en el estándar turístico.
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