Teléfonos móviles, ordenadores, televisores, frigoríficos, paneles fotovoltaicos, máquinas expendedoras… Cada aparato o dispositivo tiene sus propias características (y peligros) y debe ser tratado de una manera diferente para minimizar su impacto. El porcentaje de reciclado de residuos electrónicos a nivel mundial es bajo. Según un informe reciente realizado conjuntamente por el Instituto de la ONU para la Formación e Investigación (UNITAR) y la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), en 2022 se produjeron en el mundo 62 millones de toneladas de desechos electrónicos. Esto supone un alza del 82% respecto a 2010. Y hay un dato que empeora la situación: solo se reaprovechó de forma adecuada el 22,3%.

Entre los compuestos que se distinguen en esta montaña de chatarra hay desde metales hasta plásticos, pero también minerales enormemente valiosos. La mayoría son tremendamente contaminantes y otros, además, son muy difíciles de conseguir. Por no hablar de que recuperarlos de entre los desperdicios requiere menos energía que extraerlos directamente de la naturaleza. Un estudio de la Fundación Aquae cifra en un 70% el total de los componentes de un dispositivo electrónico que se pueden aprovechar para otros usos. Hasta 60 elementos de la tabla periódica están presentes en estos artilugios.

Mapa de generación de residuos electrónicos en Europa

Mapa de generación de residuos electrónicos en Europa / GESP

La lectura positiva del asunto es que, si se hace bien, existe una oportunidad para lograr un doble fin: mitigar el daño de los residuos y minimizar el impacto en el medio ambiente que provoca la extracción de minerales y metales vitales para la transición ecológica. El Observatorio Mundial de los Residuos Electrónicos estima que un 72% de los materiales que forman cables, módems, impresoras o monitores se pueden reciclar, el 25% son reutilizables y el 3% restante son desechos peligrosos.

Como en tantos otros ámbitos, el mapa de la contaminación electrónica muestra las enormes desigualdades que existen entre continentes. Los mayores productores de esta basura son dos de las grandes potencias mundiales: Estados Unidos y China (juntos suman el 32 por ciento del total). En la Unión Europea, Noruega aparece a la cabeza con unos datos alarmantes: cada ciudadano produce, de media, 28,4 kilos de desperdicios.

Sin embargo, como suele ocurrir, las consecuencias no las sufren los países ricos. Aunque está prohibido, actualmente se siguen transportando estos desechos peligrosos a las zonas más desfavorecidas. Esto supone una violación clara del Convenio de Basilea, un acuerdo ambiental que se firmó con el objetivo de regular la gestión de los residuos peligrosos, un grupo en el que se incluye a los eléctricos y los electrónicos. En 2019 se introdujo una enmienda que prohíbe transportarlos desde los territorios de la OCDE, Unión Europea y Liechtenstein a otros que hayan suscrito el tratado.

Un taller de reciclaje de residuos electrónicos

Un taller de reciclaje de residuos electrónicos / Shutterstock

Los niños, los más perjudicados

Los más perjudicados, según afirma un estudio de la OMS, son los niños, sobre todo porque en los países de ingresos bajos el trabajo infantil no es una excepción. Por el tamaño de sus manos, los gestores de las fábricas les encargan desmontar los objetos más pequeños. A cambio, reciben una cantidad ínfima de dinero. Eso supone que estén expuestos a sustancias peligrosas y que crezcan en un entorno donde los accidentes son parte de la rutina. La Organización Internacional del Trabajo afirma que esta es una de las peores formas de explotación laboral infantil. Estas situaciones se dan mayoritariamente en el sureste asiático y en las regiones del África subsahariana.

Por el tamaño de sus manos, las fábricas encargan a los niños desmontar los objetos más pequeños

Tampoco escapan de esta lacra las mujeres. Ni siquiera las embarazadas, pese a que la OMS es muy clara respecto al listado de riesgos que afrontan los nonatos que se gestan en un ambiente tan tóxico como el que se da en las fábricas de reciclado. Además de que aumenta la tasa de mortalidad antes del nacimiento, la Organización Mundial de la Salud ha constatado que se incrementa la probabilidad de desarrollar problemas neurológicos, en el aprendizaje y el comportamiento, así como que se reduzca la función pulmonar.

Para poner de manifiesto la magnitud del problema, bastan dos comparaciones. La primera tiene que ver con los frigoríficos: aquellos que se reciclan de forma inadecuada emiten (por unidad) a la atmósfera la misma cantidad de gases de efecto invernadero que un coche cuando circula 15.000 kilómetros. La segunda revela el potencial contaminante del fósforo que contienen los televisores: solo uno podría infectar hasta 80.000 litros de agua. A esos habría que sumar los daños causados por el plomo, el cromo, el antimonio o el arsénico. La polución que causan se extiende por tierra, mar y aire.

Un solo televisor puede contaminar hasta 80.000 litros de agua por el fósforo que contiene

En el extremo contrario están los metales valiosos como el oro, la plata, el cobre, el platino o el paladio. Recuperarlos sentaría las bases de una economía circular a gran escala y, al mismo tiempo, podría generar una riqueza millonaria. Según la Unión Internacional de Trabajadores (UIT), el correcto reciclaje de los residuos tecnológicos afianzaría un mercado valorado en 62.500 millones de dólares al año y que, a su vez, crearía millones de puestos de trabajo. Para que este horizonte sea alcanzable, el porcentaje de desechos tratados de forma adecuada al final de su vida útil tendría que rebasar el 50 por ciento. Mientras tanto, se desperdician al año materiales equivalentes a 91.000 millones de dólares.

Evolución de la generación de residuos electrónicos

Evolución de la generación de residuos electrónicos / GESP

Al mismo tiempo, el mundo se enfrenta a otro rompecabezas estrechamente relacionado con este, que es la escasez de materias primas necesarias para fabricar elementos vitales para el tránsito hacia una sociedad más sostenible. Entre ellos se incluyen algunos que ya son una realidad, como los vehículos eléctricos o los paneles solares. Por norma general, estos últimos están compuestos por aluminio en un 85%, pero en su ensamblaje también intervienen otros metales más escasos como el indio (el 97% de todo el que se usa en el planeta se destina a aprovechar el potencial del sol como fuente de electricidad), el cadmio y la plata.

Cada año se desperdician materiales equivalentes a 91.000 millones de dólares

Pese a todas las virtudes que trae consigo, el avance imparable de la tecnología contribuye a agudizar el problema. A eso hay que sumar la conocida como ‘obsolescencia programada’, que se refiere a la decisión de los fabricantes de introducir deliberadamente ‘fallos’ en el diseño de los aparatos para propiciar que dejen de funcionar de forma prematura o que se queden anticuados en un plazo corto. Para luchar contra ella, la Unión Europea impulsa una ley que garantice del ‘derecho a la reparación’.

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ENTREVISTA.- Ethel Eljarrat, investigadora (IDAEA-CSIC)

“Reciclar no da vía libre para generar infinidad de residuos”

«De media, los españoles cambian de móvil cada año o año y medio». Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), centra el problema de la gestión de los residuos tecnológicos en su consumo descontrolado. Recuerda que el reciclaje no es la panacea e insta a aplicar medidas legislativas para lograr un cambio de paradigma.

Ethel Eljarrat

Ethel Eljarrat / CSIC

-¿Por qué el reciclaje no es la solución al tratamiento de los residuos electrónicos?

-Aunque es necesario hacerlo al máximo, los últimos informes apuntan a que no es lo más efectivo. Aparte de que no se hace lo suficiente, tiene una parte problemática: contienen muchos químicos tóxicos que al ser manipulados se liberan con mayor facilidad.

-¿Cómo afectan?

-Generan un doble impacto. En primer lugar, a los trabajadores de las plantas, que se encuentran en países menos desarrollados y no suelen contar con medidas de protección ni control. El aire suele presentar niveles altos de contaminantes, sobre todo de un retardante de llama bromado cuyo uso está prohibido desde hace 20 años. Pese a ello, los aparatos antiguos lo contienen, por lo que se vuelve a introducir en el sistema y se vuelve a contaminar el medio ambiente. Es imposible determinar los compuestos que lleva ese residuo.

-Separar los componentes es un proceso complejo.

-Y otro problema es el coste. Se lleva a los países menos desarrollados porque allí la mano de obra es más barata y porque se necesitan manos pequeñas. Allí hacen el trabajo incluso los niños. Hay muchos asuntos que solucionar y uno es que el diseño facilite su reciclaje.

-En 2020 realizó un estudio sobre las condiciones de los trabajadores en una planta de Bangladesh.

-Uno en Bangladesh y otro en Cataluña. Allí no cuentan con ningún tipo de protección, pero no solo afecta a los trabajadores. Se contamina el aire, el suelo y el agua de todo el entorno, por lo que llega a toda la población. En lo referente a los tóxicos que se respiran, curiosamente, encontramos niveles más elevados aquí porque las fábricas son cerradas. En Asia suelen estar a cielo abierto.

-Si el reciclaje no es la solución ideal, ¿cómo se debe abordar el problema?

-Reciclar no da vía libre para generar infinidad de residuos, con esa excusa acumulamos cantidades enormes. La primera medida que hay que tomar es cambiar los hábitos de consumo. En un futuro ideal y en un contexto de economía circular todos los productos tendrían un pasaporte digital que detallara sus compuestos químicos. Así, cuando llegaran a la empresa recicladora se podría determinar qué materiales reaprovechar.

-¿Es factible reducir el consumo en una sociedad cada vez más tecnológica?

-En Francia, para evitar que haya que cambiar un electrodoméstico cada vez que se estropea una pieza se ha puesto en marcha una ley que obliga a los fabricantes a disponer de recambios años después de la venta. Y para eliminar la obsolescencia programada porque, a pesar de los avances tecnológicos, cada vez duran menos tiempo. Y no es porque no sepamos hacerlos. Eso solo se puede solventar mediante acciones legislativas.

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Contacto de la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es


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