Miramos una media de seis horas el día las pantallas de nuestros smartphones. Trabajamos casi ocho horas frente a la pantalla de un ordenador, ya sea portátil o sobremesa. Y las tabletas están cada día más integradas en los centros educativos desde temprana edad y en múltiples tareas laborales. El consumo de artilugios electrónicos sigue aumentando, y de manera directamente proporcional lo hacen también los residuos electrónicos, creciendo a un ritmo más rápido de lo que podemos reciclarlos.
Lo confirma el último reporte de la Organización de las Naciones Unidas que en su última edición apunta que, al año, el mundo genera 62.000 millones de residuos electrónicos, y que tres cuartas partes de estos desaparecen en vertederos de África. Europa es el continente que más desechos electrónicos genera por año. En cuanto a España, el estudio dice que supera la media del resto de países de la UE, y que cada español produce un promedio de 19,6 kg de residuos al año, situándose sólo por detrás de Alemania, Francia e Italia.
De toda la basura que generamos en España, se procesan 395.200 toneladas por año, es decir, un 42% de los desechos totales.
Pero el informe también subraya que «a muchas toneladas se les pierde la pista», y añade: «En 2022, del total de residuos electrónicos generados, desapareció el 57,7%. Traducido a peso estaríamos hablando de cerca de 540 millones de kilos».
Fundación Ecolec, organización sin ánimo de lucro que lleva a cabo el reciclaje de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) gestionó un total de 111.864 toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos durante 2023. Su director general, Luis Moreno, apuesta por la necesidad de «concienciar en la importancia del propio reciclaje, así como del consumo responsable y la contribución a la economía circular, entre otras cuestiones».
¿A dónde va a parar la basura electrónica que se pierde?
Una parte importante de los deshechos electrónicos ni siquiera llega a las empresas de reciclaje. Lo apunta Carlos Arribas, de Ecologistas en Acción, quien recuerda que «los puntos limpios tienen altas tasas de robo, porque los materiales que hay en ellos tienen componentes de valor». Solo en los puntos limpios de Andalucía cada semana se producen tres robos de media, tal y como publica Recilec, planta autorizada de tratamiento de residuos de RAEE, y el 70% de los residuos procedentes de los puntos limpios que llegan hasta Aznalcóllar (Sevilla) lo hacen canibalizados, es decir, sin metales; sustraídos para venderlos a las chatarrerías. «Por eso una parte de la basura electrónica que generamos y desechamos no llega a los puntos finales y, por lo tanto, la cadena de reciclaje no se cierra», concluye Carlos Arribas.
Otra parte se queda almacenada en los hogares, y también en las empresas. «Aunque no existen datos oficiales en cuanto a la cantidad exacta que supone esta basura, la estimación ronda una cifra alta. «¿Quién no tiene un teléfono o un cargador obsoleto todavía en casa?», se pregunta Carlos Arribas. En cajas, estantes y cajones yacen almacenados teléfonos, impresoras, escáneres, u ordenadores, entre otros cachivaches, que han quedado en desuso y que no se llevan a los puntos de reciclaje «porque ahí interviene la voluntad de cada ciudadano», apunta Arribas, y matiza «por eso es tan difícil de cuantificar la cantidad de basura electrónica que puede haber» almacenada y olvidada con el paso del tiempo y el efecto de la obsolescencia.
El tercer caso es el más sangrante. Una importante parte de los deshechos que España no consigue reciclar, «van a parar, casi con seguridad, al vertedero de Ghana», denuncia Carlos Arribas. Este punto de desecho tiene varios kilómetros de extensión, lo atraviesa un río y le da nombre el lugar en el que se ubica, Agbogbloshie, un barrio de la ciudad Acra. Hace casi tres años que esa fosa de deshechos electrónicos, en la que miles de personas trabajan sin condiciones de salubridad, protección ni derechos (mujeres, ancianos y niños, además de hombres) fue desalojada por las autoridades del país. No ha sido el único intento. Pero la medida no fue disuasoria porque a día da hoy se siguen vertiendo residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) a nivel mundial, y trabajando con un «tratamiento incorrecto de los residuos», insiste Ecologistas en Acción.
Se está «monitorizando la importación de estos desechos electrónicos a África, pero es difícil de controlar». Durban (Sudáfrica), Bizerta (Túnez), y Lagos (Nigeria) han sido identificados también como «importantes puertos de entrada». Así lo publica la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y el Instituto de las Naciones Unidas para Formación Profesional e Investigaciones (Unitar) en el último Barómetro de basura electrónica que ha visto la luz.
Los contenedores de basura se cuelan por los agujeros del Convenio de Balisea
Aunque su uso es ilegal, numerosos países de Europa, entre ellos España y también Norteamérica emplean el cementerio tecnológico de Ghana y los anteriormente citados, todos ubicados en África. El «descontrol» en el acceso de contenedores es «enorme», declara Carlos Arribas. Aunque las exportaciones a aquel país son ilegales, la basura se cuela en Ghana en un entorno con «escaso» control, dentro de contenedores cerrados, y en un ambiente de vigilancia y revisiones de mercancía por parte de la Guardia Civil, que se hace «por encima, a pocas unidades y de manera muy aleatoria», añade Arribas, «no ha lugar a más», sentencia.
El control de los Movimientos Transfronterizos de los Desechos Peligrosos y su Eliminación se rige por el Convenio de Basilea (en vigor desde mayo de 1992). Un texto que, en opinión de Ecologistas en Acción, tiene «muchos agujeros». El Convenio de Ginebra se elabora en los años 80 como respuesta a las protestas públicas organizadas después de que se descubriera que depósitos de desechos tóxicos provenientes del extranjero se llevaban hasta vertederos ubicados en países en vía de desarrollo, como es el caso de Agbogbloshie (Ghana). El objetivo final del convenio es «proteger la salud de las personas y el medio ambiente frente a los efectos perjudiciales de los desechos peligrosos», cita el propio texto. Una declaración de intenciones que, en la práctica, es altamente «deficiente», concluye Carlos Arribas.
En España, ¿reciclamos basura electrónica?
En los teléfonos, tabletas, ordenadores y demás dispositivos que empleamos a diario, se encuentran materiales peligrosos como los siguientes metales pesados: mercurio, plomo, cadmio, plomo, cromo, arsénico o antimonio. Como ejemplo de su nocividad, una batería de níquel-cadmio de telefonía móvil puede contaminar 50.000 litros de agua, y un televisor, hasta 80.000 litros. Más conocidas son las relaciones de afección que guardan el cromo con los huesos y los riñones, el mercurio con los daños cerebrales y el sistema nervioso, o el plomo como potenciador indiscutible del deterioro intelectual en los seres humanos.
España cuenta a día de hoy con varias plantas de reciclaje destinadas al tratamiento de residuos electrónicos, pero «claramente no son suficientes», denuncia Carlos Arribas. Además, y aunque desde Ecologistas en Acción reconocen que se ponen en marcha campañas de concienciación ciudadana sobre la necesidad de ser responsables con el reciclado de elementos electrónicos, «es complicado medir la influencia real de estas campañas en la sociedad», reconoce Arribas, y duda sobre el verdadero alcance de las mismas: «Es limitado», apostilla.
No obstante, se proponen nuevas ideas para incentivar y fomentar el hábito de reciclar entre los compradores. Una medida de la que habla Arribas, y que ha sido secundada por otros expertos en comercio, es la puesta en marcha de un «sistema de retorno mediante valorización» como el que ya funciona en envases o algunas tarjeas como las de transporte. El objetivo sería «dar al usuario la oportunidad de recuperar el depósito que se abonó cuando compró el aparato una vez que decide deshacerse de él, incentivando su reciclado», añade.
La importancia en cifras de reciclar
El mundo genera cerca de 50 millones de toneladas de aparatos electrónicos que son desechados anualmente, según el cálculo que hace el PNUMA -Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas-. Solo en materiales, se estima que de esos desechos electrónicos se pueden llegar a obtener hasta 55.000 millones de euros al año. Si los aparatos electrónicos en desuso se depositaran en puntos de recogida, en vez de resultar perjudiciales, se convertirían en una fuente de riqueza potencial.
En España existen más de 50 millones de líneas de teléfonos móviles, para menos de 47 millones de habitantes, de los que habría que restar los niños pequeños que no poseen móvil, según datos del Instituto Jane Goodall España. A los cincuenta millones de terminales el Instituto advierte que «deben agregarse aquellos móviles más antiguos que son reemplazados y que los ciudadanos guardan o tiran a la basura», estos dispositivos se reciclan en menos del 10% de los casos. A nivel global, hay más de 7.000 millones de móviles en uso, para cuya fabricación «es necesaria una gran demanda de minerales claves», sentencia el Instituto jane Goodall España.
¿Qué está haciendo la UE para reducir los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos?
Los aparatos electrónicos que son desechados contienen materiales perniciosos que contaminan el medio ambiente y ponen en riesgo a las personas involucradas en el proceso de reciclado de los mismos. La UE cuenta con normas sobre recogida, tratamiento y reciclado de aparatos eléctricos y electrónicos para atajar el problema de la creciente cantidad de residuos electrónicos. En febrero de 2023, la Comisión presentó una propuesta de actualización de la directiva sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos para aplicar una sentencia del Tribunal de la UE sobre el alcance de las obligaciones de los productores de paneles fotovoltaicos. En marzo de 2023, la Comisión presentó una nueva propuesta para fomentar la reparación de bienes. Dentro de la garantía legal, obligaría a los vendedores a arreglar los productos a menos que sea más barato sustituirlos. Más allá de la garantía, proporcionaría derechos para facilitar y abaratar las reparaciones.
El Parlamento y el Consejo alcanzaron un acuerdo provisional sobre la actualización en noviembre de 2023. Además, acordaron que, para 2026, la Comisión deberá revisar la directiva y, en caso necesario, sugerir nuevos cambios junto con una evaluación exhaustiva de su impacto en la sociedad y el medio ambiente.
Iniciativas sociales que intentan paliar el desastre
La campaña de reciclaje de móviles «Movilízate por la selva» es una campaña de reciclaje de móviles creada por el Instituto Jane Goodall España desde su programa de educación ambiental Raíces y Brotes (Roots&Shoots). La campaña propone alargar la vida útil de los teléfonos móviles, ofreciendo a la ciudadanía, al mismo tiempo, una forma sencilla y gratuita de aportar móviles en desuso (en funcionamiento o no). Los objetivos finales son: reutilizar terminales y reducir la insostenible demanda de sus componentes; reciclar elementos útiles y disponer adecuadamente de materiales tóxicos, evitando la contaminación del medio; y recaudar fondos para proyectos de apoyo al desarrollo.
Además, «Movilízate por la selva» conciencia a la población sobre las consecuencias que la creciente demanda de coltán, casiterita y otros minerales para productos electrónicos tienen en el entorno en el que vivimos, y en sus lugares de origen, como la República Democrática del Congo. En aquel país, la guerra por el control de las minas ha producido ya unos 6 millones de muertos y casi 3 millones de refugiados, deforestación, contaminación y matanzas de animales en peligro de extinción como gorilas y chimpancés.
Esta campaña, al mismo tiempo que informa y educa, incentiva el reciclaje de dispositivos móviles en desuso «facilitando su envío gratuito con etiquetas prefranqueadas, que están disponibles en la web de la campaña, dejando el terminal en un punto de recogida, o solicitando la recogida a domicilio», explica el Instituto Jane Goodall España. Además, las personas que donan sus móviles tienen la posibilidad de ganar apadrinamientos en Chimpamig@s, gratuitos por un año.
Los fondos obtenidos a través del reciclaje se invierten en el desarrollo de proyectos educativos y de conservación en África. Uno de ellos es el programa de rehabilitación de los más de 150 chimpancés rescatados e introducidos paulatinamente en la selva. Otros programas son: investigación y conservación de chimpancés salvajes en Senegal, proyectos de reforestación y uso sostenible de los recursos naturales, y en el este de la República Democrática del Congo, proyectos educativos con niños con capacidades físicas y cognitivas diferentes, huérfanos, o víctimas de abusos.
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