La sociedad lo tiene claro: el futuro será circular o no será. Por fin ha calado el mensaje que insiste en la necesidad de sustituir el modelo de economía lineal actual -que se basa en extraer, producir, consumir y desechar-, por otro circular, cuyo eje es un proceso productivo que minimiza la extracción de recursos, alarga la vida útil de los productos y reduce los residuos destinados a depósitos al mínimo dándoles una segunda vida gracias a su transformación en materias primas. A diferencia del modelo de ‘usar y tirar’, la economía circular establece un sistema de producción y consumo más sostenible que busca, entre otras cosas, disminuir la huella de carbono hasta alcanzar la anhelada y necesaria neutralidad climática en el año 2050.
Los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) ponen de manifiesto que en España todavía queda un largo camino que recorrer hasta alcanzar la máxima circularidad de sus residuos, ya que se generan una media de 473,3 kilogramos por persona al año de los que un 36% termina en depósitos. La esencia de la economía circular radica en que los recursos se mantengan en la economía el mayor tiempo posible, transformando los residuos generados para introducirlos en la cadena de producción, minimizando la necesidad de nuevos recursos y el impacto en el medio ambiente. «Las empresas que no sean sostenibles no podrán sobrevivir. La sostenibilidad es una oportunidad de negocio que aporta beneficios a las organizaciones: a sus colaboradores, sobre la cuenta de resultados, en el ahorro de costes y muchos más». Estas palabras, recogidas en el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, reflejan la realidad de los negocios, para los que la sostenibilidad debe ser una prioridad.
Afortunadamente, la innovación es un recurso ilimitado y muchas empresas ya reducen los impactos de huella de carbono y residuos no aprovechables para conseguir los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, siguiendo una estrategia que invita a alcanzar una economía sostenible, descarbonizada, eficiente en el uso de los recursos y competitiva. Las prácticas para conseguirlo son variadas, como es el ejemplo de la marca de calzado infantil Naw, la cual fabrica suelas técnicas con un solo material para que puedan ser recicladas al final de su vida útil.
Extensible a todos los sectores, la economía circular también es una de las palancas clave en Cepsa para lograr los objetivos de su estrategia ‘Positive Motion’, cuya meta es ser una de las compañías referentes en la transición energética y convertirse en líder de la movilidad sostenible, biocombustibles e hidrógeno verde en España y Portugal. Para lograrlo, sustituirá progresivamente las materias primas fósiles de sus procesos de producción por fuentes renovables y recursos reciclados. Con ello, se compromete a aumentar la cuota de materias primas renovables y circulares en sus Parques Energéticos de Huelva y Cádiz hasta el 15% para 2030. Esto supondrá la utilización de 2,8 millones de toneladas de materias primas durante la presente década, de las cuales el 75% serán de segunda generación (2G) y otros residuos que, de otro modo, serían desechados. Además, también aumentará la intensidad de la circularidad de los residuos generados por sus operaciones en un 50% en 2030 frente a 2019. A esto hay que sumarle el ambicioso objetivo de producir 2,5 millones de toneladas anuales de biocombustibles de segunda generación (2G) en 2030.
Igualmente, destaca el acuerdo al que ha llegado con Aguas y Servicios del Campo de Gibraltar para emplear en sus instalaciones industriales el agua reciclada de la futura estación depuradora de aguas residuales de la comarca. Con esta acción, reutilizará 4,2 millones de metros cúbicos de agua al año en lugar de verterlos al mar.